Rishikesh352r1

ARJUNA:

¡Oh Krishna inmortal! Te ruego que conduzcas mi carro y lo pongas en medio de los dos ejércitos.
De este modo podré ver a los guerreros Kurus tan deseosos de lucha, con quienes me tengo que enfrentar ahora, al comienzo de esta batalla.
Así podré contemplar a aquéllos que aquí han venido preparados y ansiosos de lucha,para combatir por los perversos deseos del hijo de Dhritarashtra.

SANJAYA:

Cuando Krishna escuchó las palabras de Arjuna, condujo su glorioso carro hasta colocarlo en medio de los dos ejércitos.
Y situándose enfrente de Bhishma, Drona y otros príncipes, habló así el Señor de los hombres: contempla, Oh Arjuna, los ejércitos de los Kurus reunidos en el campo de batalla.
Entonces Arjuna vio en ambos ejércitos a padres, hijos, abuelos, nietos, hermanos, tíos, suegros, maestros y amigos.
Cuando Arjuna vio a sus seres queridos encarados unos a otros en líneas de combate, se le inundó el corazón de tristeza, y con desaliento y pesar dijo estas palabras.

ARJUNA:

¡Oh, Krishna! viendo a mis familiares preparados para la batalla, mis párpados desfallecen y se cierran; y mi boca se seca y queda amarga, temblores recorren mi cuerpo y mi cabello se eriza con horror.
Mi arco Gandiva cae de mis manos, el pecho me arde, y mis músculos desfallecen pudiendo apenas mantenerme en pie, pues mi mente vaga en todas las direcciones. Presiento malos augurios.
¡Oh, Krishna! ¿Por qué matar a mis propios familiares en el fragor de la batalla?
No veo ninguna gloria en ello. No tengo deseos de victoria.
¡Oh, Krishna! Ni siquiera por el reino y todos sus placeres. ¿Cómo podemos querer un reino, o sus placeres o incluso la vida?
Cuando aquéllos para los que desearíamos ese reino y esos placeres, y los goces de la vida, están aquí en este campo de batalla, a punto de perder su vida y sus riquezas.
Listos, y dispuestos a exponer su vida en esta batalla, se encuentran: maestros, padres, hijos, abuelos, nietos, padres, yernos y esposos de esposas que solas quedan.
De ningún modo quiero dañarles, oh Krishna. Incluso aunque deseasen matarme. No los dañaría ni por el imperio de los tres mundos; menos aún, por un reino en esta tierra.
La desgracia recaería sobre nosotros, si matamos a estos hombres; aunque sean malos. ¿Qué gozo encontraríamos en su muerte, oh Krishna, liberador de las almas?
¿Acaso puedo matar a mis familiares, los hijos del rey Dhritarashtra, hermano de mi propio padre? ¿Qué felicidad obtendríamos matando a nuestros seres queridos en la batalla?
Aunque ellos, con sus mentes obcecadas por la codicia, no tengan ningún reparo en destruir una familia, ni en traicionar a sus propios amigos.
Nosotros no deberíamos hacer esto, ya que vemos maldad en la destrucción. ¿No crees que deberíamos cuidarnos de cometer semejante fechoría?