A lo largo de la Historia, la Humanidad, igual que el clima, siempre está en continuo cambio. Normalmente son pequeños cambios, casi imperceptibles, pero que a medio plazo suponen cambios cualitativos importantes.

Todos conocemos que desde hace unos pocos años, por primera vez en la Historia, en los hogares españoles viven más mascotas que niños. Si nuestros abuelos levantaran la cabeza pensarían que es un claro anuncio del fin de mundo. Quizá no les faltaría razón.

Pero hay otros cambios sociales que, normalmente nos pasan más desapercibidos. Por ejemplo: ¿Te has fijado que nos mendicantes han cambiado su lugar de «trabajo»? Hasta no ha mucho tiempo eran las puertas de los iglesias, desconozco si en otras latitudes también lo eran las puertas de sinagogas o mezquitas, el lugar ideal para pedir una limosna por el amor de Dios, lo que hizo que la creatividad popular ideara la palabra «por-dios-ero» para denominar esta variedad de mendicidad. Hoy en día, quizás por la falta de feligreses, por el aumento de agnósticos o porque las iglesias están cerradas la mayor parte del día, los mendicantes han optado por desplazarse a las puertas de los supermercados. Les va mucho mejor. Y es que con los miedos que nos trasmiten nuestros agoreros de infortunios: los políticos; las subidas de precios que provocan, los augurios de guerras nucleares, el fin de mundo por culpa de los pedos de la vacas o , simplemente, porque cuando sales de «super» ya sabes que más de una cuarta parte de los llevas en el carro va a terminar en la basura, nuestras conciencias se ablandan y, casi siempre, nos apiadamos de los mendigos y les damos nuestro pequeño donativo.