Hay besos que una vez que los recibimos jamás los olvidamos, hay otros que pasan desapercibidos y, también, hay otros que, antes de que desaparezcan convertidos en un suspiro, los dejamos grabados en una pared para que, imborrables, perpetúen hasta la noche de los tiempos aquel beso que deseamos, pero que nunca llegamos a saborearlo.