Varela18
Entre la gripe recién pasada, la fiebre que no cesaban, los juegos con mis nietos y estos días carnavaleros en que siempre se hacen excesos, esta noche pasada no he pegado ojo.

Es molesto mantenerse acostado sin conciliar el sueño, me muevo y me vuelvo a mover, giro a la izquierda, me inclino hacia la derecha, pero es imposible encontrar una postura cómoda. A las cuatro de la madrugada me he levantado, me he vestido y he salido a la calle. Me he cruzado con la juventud que volvía de retirada, algunos se tambaleaban, vociferaban y sus disfraces empapados por la lluvia ya habían perdido el encanto del estreno, se mostraban ajados y descoloridos.

Por precaución me he refugiado en la Sociedad Fotográfica, ahora que tengo la llave, ya no estoy atado a sus rutinarios horarios, y me he puesto a trabajar en el revelado de unas fotos en el laboratorio. El tiempo se me ha pasado como pasan los amores de verano, en un suspiro y a las siete he salido para volver a casa antes de que se despertara mi mujer, así no se entera de mis salidas nocturnas.

En la puerta, la luna, casi llena, me saludaba y he querido inmortalizarla con una fotografía. Ahora, en casa, que revelo la foto veo a esa señora, la misma señora que aparece en otra foto que hice en ese mismo malecón y que, ni hoy, ni al captar la otra imagen la había visto. Se lo he comentado a Adolfo, un amigo que es guardia municipal y que suele hacer la ronda por esa zona. Su respuesta me ha dejado sorprendido: “sí, ya hemos oído hablar de esa señora, no lo comentes con nadie o te tomarán por loco, sospechamos que es el alma errante de una vieja que murió arrastrada por una ola el pasado invierno.”

¡Jope! No me lo creo, pero por si acaso, mejor no lo comento con nadie.