El girasol fue conocido en España a fines del siglo XV, después del descubrimiento de América, como planta ornamental. Es oriunda de Norteamérica.
En el año 1835, un campesino ruso, D. I. Bokariov ensayó el cultivo del girasol como planta industrial, obteniendo el primer aceite vegetal, por medio de una prensa manual. Este descubrimiento tuvo una gran acogida y en 1913, la superficie ocupada en Rusia por el girasol oleaginoso era ya casi de 1 millón de hectáreas. Hoy en día, Rusia sigue estando a la cabeza en la siembra, producción e industrialización de esta oleaginosa y detrás van Argentina, Rumania, Hungría, Uruguay, Canadá y Estados Unidos, extendiéndose su cultivo bastante en la actualidad en Francia, Unión Sudafricana, Australia y España.
Se da el caso de que en algunos lugares de España se plantan girasoles y no se recogen, gracias a las subvenciones «ilógicas» de la Unión Europea.
Como su nombre indica, los girasoles cada día se mueven con su cara hacia el Sol, siguiendo al astro en su ruta de este a oeste, como agujas de un reloj. Por la noche vuelven a hacerlo en sentido contrario para esperar su salida. Cuando alcanzan la madurez detienen su danza, mirando siempre al oriente, hasta su muerte. El giro está producido porque un lado del tallo de los girasoles crece más durante el día y el otro lo hace durante la noche. Así cuando ya han llegado a su tamaño adulto, ya no giran al no crecer.