Quizá sea por los muchos años que tengo y que me estoy haciendo viejo, pero observo que cada día me gusta más llevar una vida apacible, sin prisas y sin vehemencias; hace tiempo que no corro para coger un autobús, ni me afecta esas gentes estresadas que tratan de colarse en todas las colas. Ahora disfruto observando a las personas que se cruzan en mi camino, saludo a todos los que me miran y constato que, desgraciadamente, cada día hay más gente estresada, nerviosa, irascible y, curiosamente he llegado a la conclusión que los que más padecen este incontrolado mal son, precisamente, los bicicliteros urbanos, aquellos que se engañan afirmando que las bicicletas son relajantes.
Fíjate, por favor, en como son incapaces, la mayoría de ellos, de detener su marcha en un semáforo en rojo, jamás ceden el paso a un peatón, aunque sea un anciano, un tullido o una embarazada, normalmente no detienen su marcha ni para hablar por teléfono, salvo que su vida este en juego nunca verás que interrumpen su marcha.
Por esta razón me llamó la atención este ciclista, sentado un banco en el parque, la bici bien aparcada y él utilizando el teléfono. No debemos caer en la trampa de juzgar mal a todos los ciclistas, ni a todos los políticos, siempre hay alguno que es honesto.