Se cuenta en la mitología griega que cuando Prometeo creo al hombre sintió celos de su hermano Epimeteo. Éste había creado animales y plantas de gran belleza, elegancia y perfección, mientras él sólo había concebido un ser mediocre, feo e imperfecto, por ello cometió la osadía de robar el fuego a los dioses para iluminar a los hombres y rescatarlos de la oscuridad de la ignorancia.
Si Prometo hubiera sido más observador habría descubierto los defectos de las creaciones de su hermano. Hoy, nosotros, descendientes de Prometeo, cometemos el mismo error que él y otorgamos el calificativo de belleza a plantas o animales que no los son tanto. Así, entre las aves que conviven en nuestro entorno, hay dos que consideramos, podríamos decir que universalmente, como bellos exponentes de la belleza; me refiero al cisne y al pavo que hemos adjetivado de “real”.
Esta temporada es la época de apareamiento del pavo real, podemos admirar el vistoso, colorido y enorme plumaje de despliegan los machos para atraer a las hembras. Efectivamente llama la atención, pero si no nos dejamos seducir por las apariencias y nos fijamos más en los detalles, basta con observar su cara para darnos cuenta que estos pavos reales son realmente feos.