Quiero que me entierren en un cráter anónimo en la Luna. 
Quiero construir minigolfs en todas las estrellas.  
Quiero probar que la Atlántida fue un sitio de veraneo para el hombre  de las cavernas.
Quiero probar que la ciudad de Los Ángeles es una broma que nos gastaron los seres superiores de un planeta simpático.
Quiero denunciar al Cielo, un sanatorio exclusivo, repleto de ricos psicópatas que creen poder volar.  
Quiero demostrar que la Biblia se publicó en una revista romana para niños. 
Quiero probar que el sol nació cuando Dios se quedó dormido con un cigarro encendido, exhausto tras una dura noche como juez.

 
Quiero probar de una vez por todas que no estoy loco.

«Misiones profanas», de Bob Kaufman