En la antigua China, la familia era una institución central en la sociedad y desempeñaba un papel fundamental en la vida de las personas. La estructura familiar era patriarcal, lo que significaba que el padre o el abuelo tenía autoridad sobre el resto de la familia, incluidos los hijos, las hijas, las esposas y, a menudo, otros parientes que vivían bajo el mismo techo. La vida cotidiana de la casa (y del palacio) era organizada por la mujer del patriarca o, muchas veces, por su madre viuda.

La familia extendida era común, lo que significa que varias generaciones vivían juntas bajo el mismo techo. Esta estructura proporcionaba apoyo emocional, financiero y social a sus miembros, pero también imponía ciertas expectativas y obligaciones. La obediencia filial era un valor central en la cultura china antigua. 

Pero, claro, esto no era para todos los ciudadanos. Muchos de ellos eran siervos o esclavos y vivían en las mansiones de sus amos, sin poder establecer sus propias familias y tan solo se reproducían para perpetuar una nueva generación de esclavos.