Tras dos meses de prisionero en mi propia casa, hoy me han concedido la libertad condicional y vigilada durante dos horas. Las condiciones de mi libertad eran muy estrictas: no alejarme más de un kilómetro de mi vivienda; no acércame a otras personas y no sentarme ni pararme durante mi efímero viaje, más de lo estrictamente necesario.
Pero a pesar de tanto paternal condicionamiento he sentido como no lo hacía desde hace muchísimos años, la libertad de caminar sin que ningún bicicletero, pedaleando por las aceras, atentara contra mi integridad física, ni perturbara la paz de mi paseo.
Hoy me he sentido un peatón respetado. Pero lo que más me ha sorprendido ha sido comprobar que la naturaleza, totalmente ajena a mis penalidades, sigue su camino y la primavera ya se muestra con su nuevo traje de estreno, exuberante, florida y verde. Todo un regalo para mi mirada encogida.