Cuando era niño, aunque mi padre era bastante anticlerical, me llevó a un colegio de curas. Recuerdo que allí nos metían miedo con los demonios, ángeles subversivos a los que Dios había desterrado al infierno.
Ayer, no sé muy bien el porqué, decidí ir dando un paseo hasta las puertas del infierno, tenía curiosidad de ver como eran aquellos demonios que yo siempre había imaginado negros de hollín, con vestimentas oscuras y rostros demacrados.


Cual fue mi sorpresa que cuando me acercaba a lo lejos divisé a uno de esos demonios, él al verme echó a correr para huir  y evitar que yo lo viera.
¡Qué diferente aspecto, en nada se parecía a los que yo había imaginado! Su vestido era de un blanco inmaculado, como un ángel, su aspecto era como el de una doncella y su forma de correr me recordó a las gacelas.

Si no llega a llevar el tridente, no lo hubiera reconocido.