Creo que ya en alguna ocasión te he comentado que, para mí, el salir a pasear con mi máquina de retratar colgada del cuello es, junto con los sudokus, mis pasatiempos más socorridos. En esta época de adversidades e infortunios en que la muerte, la enfermedad y la miseria nos ronda y nos podemos dar de bruces con ellas al doblar cualquier esquina, somos, algunos, conscientes de nuestra pequeñez. Y mira por donde esta semana he descubierto que el pasear con la máquina de retratar colgada del cuello es, en estas fechas cercanas al solsticio de invierno, en que el sol no asciende a su cenit y camina por el horizonte casi plano provocando sombras alargadas, además de un pasatiempo estupendo, es una terapia para combatir estos momentos de fatalidad y depresión, mostrando a través de nuestras sombras que nuestra pequeñez no depende de la situación social o sanitaria, sino de nuestra perspectiva al observarnos.