Llevo un mes que no paro. Mi amigo José Ángel está encaprichado por fotografiar los rojos colores del otoño. Primero me llevó al Bosque de Irati, aquello estaba más verde que un chiste de fulanas; pero en desagravio me invitó a comer en Orbaiceta. A los días me convenció para que lo acompañara a la Rioja: “los viñedos estarán en su plenitud”. Nada, visitamos varias bodegas, comimos en Cenicero y lo único rojo que vimos fue el tono Burdeos de los tintos con los que nos emborrachamos. Como parecía que no el otoño no terminaba de llegar al norte, me propuso ir a Almagro para visitar las Tablas de Daimiel, todo verde como los billetes de 100 euros con los que pagó la comida. “Vamos a acercarnos a la serraría cordobesa, quizá allí los olivos…” Me invitó, de nuevo, a comer en la Real Sociedad de la Amistad: salmorejo, flamenquín y rabo de toro.

Tras dos días si llamarme pensé que ya se había rendido. No, al tercero me volvió a telefonear: “¿Vamos al Roncal?” Y yo que aunque no me agrada viajar, lo tengo por buen amigo, me volví a sacrificar, cogí mi cámara y predispuesto a una buena comida, la noche anterior no cené. Lo único rojo que vimos fue los pimientos del piquillo que nos sirvieron en el restaurante donde me invitó a comer en Bértiz.

Como los mentirosos de los meteorólogos anunciaban lluvia para hoy, ayer decidió posponer la salida programada y me he quedado sin comer, ya que ayer no hice compra pensando que hoy él me invitaría a comer de nuevo en algún restaurante de la zona del norte de Burgos donde había pensado llevarme.

Sin comer se me hace la tarde muy larga, así que he salido a dar un paseo por la aldea con la sana intención de invitar a mi amigo José Ángel a tomar un vino en agradecimiento a todos sus invitaciones en nuestras excursiones. No había caminado ni cien metros cuando ¡por fin! He visto un árbol con hojas rojizas. He pensado fotografiarlo y enviarle por el teléfono móvil la foto para que viniera con su cámara a retratar el árbol de hojas rojas. Pero lo he pensado mejor y me he abstenido. Prefiero que siga buscando a lo largo de la geografía española y, obviamente, me siga invitando a comer en cada excursión.