El tiempo, implacable, pasa sin cesar,
dejando su huella en los recuerdos,
cambiando lo vivido en destellos borrosos,
y desvaneciendo lo que solía amar.

Aquellos días llenos de risas y abrazos,
se vuelven borrosos como un viejo lienzo,
los rostros queridos se tornan borrosos,
y el eco de sus voces se pierde en el viento.

Los lugares conocidos ya no son los mismos,
la vida cambia sin pedirnos permiso,
y en nuestro interior sentimos un abismo.

Pero aunque el tiempo arrastre los recuerdos,
en lo más profundo de nuestro ser,
reside el amor que nos hizo eternos.