Hoy me ha telefoneado mi viejo amigo el científico japonés Yosí Kesé; está haciendo un estudio a nivel mundial sobre los diferentes modelos o estrategias que se han puesto en marcha en los diferentes países del mundo para la vacunación de sus respectivas poblaciones. No entiende el cambio de opinión tan drástico que se ha dado en la población española en dos semanas, tras la inyección de las primeras vacunas.
Según las encuestas hace dos semanas el 50% de los españoles dudaba si inyectarse, o no, la vacuna y hoy el 99,9% tiene clarísimo que sí desea inyectársela. Me ha explicado que hay países, Israel, en que los primeros en vacunarse han sido sus dirigentes políticos; hay otros países, Indonesia, en que han comenzado las vacunas por la juventud, argumentando que son los mayores portadores asintomáticos; España ha seguido la senda del resto de Europa, vacunando en primer lugar a los ancianos recluidos en residencias y los sanitarios que cuidan de ellos. Por esa razón no entiende que, si España ha actuado como el resto de Europa, haya cambios tan significantes en la opinión pública.
Me preguntaba sí yo puedo darle alguna pista del porqué de ese cambio tan acusado. Le he tenido que aclarar que aquí, además de a los ancianos residentes y sus cuidadores, han aparecido listillos por todos los rincones de la geografía y se han vacunado sin que les tocara hacerlo: Consejeros de Sanidad, alcaldes, concejales, ministros y ministrillos, directivos de Hospitales con sus amantes y esposas, los directivos de las residencias y sus cuñados, los jefes del ejército, guardias civiles… y una larga lista de pícaros. La ciudadanía, que no es idiota, ha razonado: si esta tropa se cuela para ser los primeros en vacunarse, está claro que hay que vacunarse cuanto antes. El mal ejemplo que han dado estos egoístas, ha servido de ejemplo al resto de la población. Cuando he terminado mi explicación, Yosí Kesé me ha dedicado una mirada bondadosa y por bajines he oído que murmuraba, ¡qué país más raro!