Hace ya años aprendí que la vida de las personas y de las familias es individual, que a veces se acompasan con las del grupo, tribu, ciudad, región, país o humanidad entera, pero en su realidad pueden llevar y hay veces que llevan caminos muy distintos.
Ir a juntarte con la familia en Navidades y pasar por delante de un tanatorio y verlo con gente, pues no cierran por vacaciones ni por fiestas. E ir a visitarlo uno mismo alguna vez, cuando la ciudad entera está de fiestas. Ver a tus amigos pasarlo bien y tener tu corazón roto. O tu cabeza rota y suicidarte para dolor de tus amigos que más o menos felices no se enteraban de tu estado.
En la economía es lo mismo, en épocas de vacas gordas uno puede estar arruinado, o ganar más dinero cuando el resto está en crisis. Más duro es pasarlo mal cuando la mayoría está bien, aunque sea más fácil mejorar en un entorno favorable para todos.
Y en este caso es igual, unos pocos lo pasan mal, mientras otros disfrutan del momento efímero de sol paseando por esta bella ciudad sintiendo al fin la primavera.
¿Podremos ser solidarios con el dolor ajeno? ¿Podemos exigir al otro que prescinda de su efímero buen momento para acompañarnos en nuestro dolor? Si no empatizamos ahora con nuestro prójimo, ¿podemos pedirlo mañana nosotros? Si no lo hicimos ayer, ¿podemos pedirlo hoy nosotros?