En el fondo del cráter se abrían tres chimeneas a través de las cuáles arrojaba el foco central sus lavas y vapores en las épocas de las erupciones del Sneffels. Cada una de estas chimeneas tenía aproximadamente unos cien pies de diámetro y abrían ante nosotros sus tenebrosas fauces. Ya no tuve valor para hundir mis miradas en ellas; pero el profesor Lidenbrock había hecho un rápido examen de su disposición, y corría jadeante de una a otra, gesticulando y profiriendo palabras ininteligibles. Hans y sus compañeros, sentados sobre trozos de lava, contemplábanle en silencio, tomándole sin duda, por un loco.

Viaje al centro de la Tierra, de Julio Verne