Ayer fui de excursión con cuatro amigos a Ujué, un pueblecito de Navarra. El viaje fue un poco tedioso, ya que alguno de mis compañeros superaba mi escasa capacidad atención. Sabía de todo o, al menos, lo parecía y parecía dispuesto a compartir todos sus conocimientos.
Estas excursiones son agotadoras, tres horas de desplazamiento, captar media docena de imágenes, sudar como un labrador en agosto, comerme un bocadillo de anchoas con el pan ya embrutecido, un cafecito y vuelta al coche para retornar a casa.
La vuelta fue más amena, quizá porque ya todos estábamos cansados y había menos energías para gastarlas en charlas sesudas. Y como cuando no hay de que hablar, hablamos del tiempo. Pero tres horas dan para mucho y acabado el tema del tiempo nos enfrentados al más íntimo de la salud.
—Tengo el colesterol muy alto.
—¿Cuánto tienes?
—No sé.
Conversaciones muy profundas.
—Yo me cuido mucho, no como carne, no bebo leche, tomo cada día mi ración de nueces, de algas, de apio y de algarrobas. No tomo alcohol, ni café ni, por supuesto, ningún tipo de drogas.
—Dormirás bien.
—Sí, me tomo cada noche mi “orfidal».
Por fin llegamos a casa, descargo las fotos y todas desenfocadas, quizá se salve esta.