Mañana viviremos una más de las muchas jornadas electorales de las que gozamos en este país. Imagino que millones de honestas personas depositarán su voto en una urna y volverán a su casa con la conciencia tranquila, tras haber ejercido un derecho constitucional y una obligación ciudadana.
No soy yo quién, para censurar, ni criticar a ningún ciudadano por ir a votar. Pero, te confieso, tengo una enorme curiosidad por saber cuántos de ellos se preguntan por la honestidad de la persona a la que le conceden su confianza, le otorgan su voto y deciden que cobre un buen sueldo. Preguntas tan sencillas como ¿Ha trabajado alguna vez en su vida? ¿Merece el sueldo que le pagamos por el trabajo que desarrolla? ¿Es una persona capacitada para esa responsabilidad? Me hago muchas más preguntas… pero ¿Para qué?
Leo en la prensa que, tras la escandalosa cadena de compra de votos, ahora el Gobierno acusa a jueces y policías de “guerra sucia”. ¡Manda carallos! Votad, votad a quien más os plazca, pero por favor no vayáis luego quejándoos que la mediocridad de nuestros políticos.