En la antigua España, aquella donde muchas gentes se ganaban la vida trabajando en el campo, en invierno, cuando nevaba y las poblaciones rurales quedaban aisladas, en las tascas de los pueblos se repetía aquella especie de letanía: “Año de nieves, año de bienes”.
Y parece ser que ese refrán tenía mucho recorrido, ya que en cantidad de idiomas se repite la misma idea: “ano de nevadas, ano de fornadas” se decía en Galicia; nuestros hermanos portugueses: “Ano de nevao, ano de pao”; nuestros vecinos gabachos también opinaban lo mismo: «Hiver froid, bonne moisson» y los guiris del otro lado del canal: «A snow year, a rich year«. Imagino que la misma idea se repetía en Polonia, en Afganistán o en Cataluña.
Y te preguntarás a qué viene toda esta retahíla de refranes. Pues a que ahora, en estos tiempos modernos en los que cada cuál va a su pedo, en que el duro trabajo del campo se lo hemos endosado a los migrantes y la nieve sólo interesa a los burgueses que les encanta esquiar, ya nuestros jóvenes ni se acuerdan, ni creo que conozcan estos refranes. Anteayer, que los agoreros del tiempo nos amenazaban con fuertes nevadas, hubo quien, aprovechando que no trabaja en el campo, con una temperatura gélida, a esa hora el termómetro marcaba sólo un grado, decidió darse un baño. Dicen que es muy sano, y si lo dicen, quizá, así sea, pero yo que no tengo vocación de infinitud y espero morirme algún día, hice como el señor de la fotografía, abrigarme. No veas lo bien que se estaba calentito.