En Hernastigarrieta vive un caballero que cada día, todos los días, acostumbra a beber hasta la saciedad y remata su jornada inmerso en los efluvios del alcohol. Tal proceder es censurado por familiares y vecinos, sin embargo hay algo de creativo en ese comportamiento, el caballero en cuestión guarda todas las botellas, vacías por supuesto, las apila y va conformando a través de los años una escultura en la que homenajea los caldos que lo inspiran.
Aunque todos lo tildan de alcohólico, yo no me atrevo a condenarlo, olvidamos que grandes creadores y artistas también abusaron de todo tipo de drogas y hoy ya nadie lo recuerda. Quizá, cuando la cirrosis se lo lleve por delante, quienes hoy lo demonizan, tornen sus juicios y ensalcen su obra, olvidando su pequeño pecado.