Aunque las leyes de la física demuestran claramente que un día dura 24 horas, una hora dura 60 minutos y un minuto 60 segundos, yo, a veces, tengo la sensación de que no siempre es así. Ayer asistí en el Gran Teatro de la Habana Alicia Alonso, antigua sede del Centro Gallego de Cuba en La Habana, a un espectáculo de título mestizo “Son galego cubano”.
Por el teatro, construido por nuestros abuelos hace más de cien años, parece que no pasa el tiempo, está igual que el día que fue parcialmente expropiado tras el triunfo de la revolución castrista.
Los años no le pesan como me pesan a mí. Desde hace algunos años que me instalé en el otoño vital, cada año percibo como se desprenden más rápidas las hojas del calendario, los años duran poco más de un efímero suspiro y los días desfilan raudos, como si tuvieran prisa en llegar a su cita con la noche.
Quizá esa aceleración del tiempo sea la razón por la que ya no sé cuándo fue ayer y cuándo fue el año pasado. Te confieso este despiste en el que vivo, porque ahora que releo estas líneas, me doy cuenta que no fue ayer, sino hace un año que estuve en el Teatro Alicia Alonso.