Hace unos años viajé a Uruguay para asistir a una convención. Antes de viajar recordé que en Montevideo tengo familia, una familia a la que nunca había visto, localicé un teléfono en el que me aseguraron me darían información sobre dónde vivía mi prima. La localicé y fui a visitarla. Ella, más mayor que yo, se acordaba de mí, me dijo que emigraron unos meses después de mi nacimiento.
Tras mi visita estuve reflexionando las diferencias entre mi viaje y el suyo. Mi viaje fue en avión, creo recordar que tuve unas seis horas de vuelo. El de mi prima, más de cincuenta años antes, fue mucho más largo, diez o doce días en un destartalado barco.
Hablamos de su pueblo, desde los 10.000 kilómetros y decenas de años de distancia comprobé que ella había sublimado los recuerdos. Hablaba de su pueblo como si fuera un pequeño paraíso, intuí que ya no recordaba que fue la pobreza en la que se vivía en aquel lugar lo que les empujó a buscar nuevos horizontes. Llevando a cuestas todo lo poco que tenían, imagino, trataban de hacer las Américas, pero la vida más que un sueño, acostumbra a ser una pesadilla. No hicieron dinero y su vida, allí, no fue muy distinta a cómo era aquí.
Desde mi ingenuidad le pregunté si no había pensado en retornar a Corme. “A mis años, José Ramón, no pienso subirme a un avión.”
Mirando esta foto se han despertado mis recuerdos y mis tristeza…