A veces, como me pasa hoy, me siento frente a un folio en blanco y lo miro con la misma expresión con la que miran las vacas. Parece que miran sin ver, totalmente inexpresivas. Miro al folio tan inmaculado, tan limpio, tan blanco que, sinceramente, me encantaría emborronarlo, llenarlo de palabras, narrarte alguna historia… pero no puedo, no sé qué contarte, ni tan siquiera sé de qué hablarte. Pero no voy a pedirte perdón, simplemente me congratulo de que veas mis limitaciones, que sepas que son muchos los días en que soy incapaz de ligar cuatro palabras seguidas.