Desde que tengo memoria, en mis paseos por la aldea, siempre he mostrado mucho más interés por la fauna urbana que por la flora, a la que he ignorado descaradamente. De la fauna siempre he puesto mi atención en los especímenes raros: los estresados que dicen no tener prisa, pero son incapaces, vayan caminando, en bici, en moto o, incluso en el autobús, de esperar a que cambien el semáforo y se lo pasan en rojo; los indiscretos que en el autobús, o cualquier otro lugar público, con la excusa de tener un teléfono cerca de la oreja nos cuentan sus intimidades a gritos; los dueños de la calle que se cruzan con unos conocidos, se paran a charlar con ellos y ocupan todo el ancho de la acera; los… podría seguir enumerando a la fauna diversa y pintoresca, pero te aburriría con tanto espécimen.
Ahora que me he hecho viejo y que paso de la gente rara pongo mi atención en la flora; esta primavera estoy descubriendo una ingente cantidad de flores urbanas, todas distintas, cada con su peculiar forma, color e, incluso, aroma. Y sinceramente, es mucho más interesante la flora que la fauna.