Dicen los que saben de esto que ningún ser vivo, salvo el hombre, es consciente de su propia finitud. Los animales se mueren, pero no saben que van a morir. Yo no deseo ponerlo en duda, pero esta semana he sido testigo de una muerte que me está haciendo reflexionar.

Mientras estaba yo fotografiando a los percebeiros en su trabajo apareció un calderón, se dirigía hacia las rocas y cuando los percebeiros se percataron de ello, intentaron una y otra vez sacarlo a mar abierto, pero él insistía y al final logró su objetivo y quedó varado en las rocas. Murió.

Es probable que estuviera enfermo o, quizás, era ya viejo, pero esa búsqueda de la muerte, quizás instintiva, me está haciendo dudar de si será cierto eso de que ningún animal es consciente de su propia finitud.