El período de las grandes migraciones (en la historiografía tradicional europea también se han denominado invasiones bárbaras o migraciones germánicas) es un período situado entre los siglos III y VII d.C que afectó a extensas regiones de la zona templada de Eurasia, y que acabó provocando la caída o desestabilización de grandes imperios consolidados como los imperios Romano de Occidente (Roma), Sasánida (Persia), Gupta (norte de la India) o Han (China).
Los hunos eran un pueblo nómada procedente de la zona de Mongolia, que empezó a emigrar hacia el oeste en el siglo III, probablemente a causa de cambios climáticos (mini-glaciación). El caudillo de esta confederación en su máximo apogeo fue Atila, pero los hunos también fueron hacia el sur y el este con otros caudillos, atacando a persas, indios y chinos. Los caballos tenían una gran importancia para este pueblo, habituado a combatir montados, utilizando como armamento lanzas y arcos. Emigraron con sus familias y grandes rebaños de caballos y otros animales domésticos en busca de nuevas tierras de pastos donde instalarse. Por su destreza y disciplina militar, casi nadie era capaz de detenerlos y desplazaban a todos los pueblos más débiles que encontraban a su paso, provocando en Europa una oleada de migraciones hacia un imperio romano de occidente ya muy debilitado.
Aunque los hunos fueron derrotados por francos y romanos, finalmente, diversos pueblos germánicos terminaron derribando el imperio romano de occidente, conquistando y saqueando Roma, Galia, Britania e Hispania y sumiendo a esta zona en la oscuridad varios siglos. Más ladino, el Imperio Romano de Oriente (Bizancio) resistió con astucia y fuerza a estas invasiones y esclavizó a los pueblos eslavos que huían de los hunos.
Muchas veces, las grandes migraciones tiene un único motivo: la supervivencia. Y normalmente el migrante pasa de una situación muy mala a una mala.