Me siento engañado. Mi vecino del segundo b, el ecologista, Me viene dando el turre desde hace semanas, sobre la escasez de lluvia y la falta de agua embalsada que, según él, asola los campos de España. Y todo ello, afirma, por culpa de gentes insensatas o insolidarias, como yo, que fumamos y comemos carne, usamos el coche y utilizamos luz eléctrica o encendemos la calefacción y tiramos de la bomba del retrete cada vez que miccionamos o defecamos.
Es tal su perseverancia en la crítica que decidí hace unos días en un acto de sincera contrición, enmendar mi egoísta vida de derroche, despilfarro y falta de solidaridad. Hice mentalmente un repaso a mis perniciosos vicios y decidí poner en práctica eso que llaman “una vida sana”. Ya sólo tiro de la bomba del retrete cada vez que defeco, cuando micciono y micciono en muchas ocasiones por culpa de mi de anciana próstata he dejado de hacerlo, de este modo con mi ahorro de agua no provoco el vaciado de los embalses. El tabaco lo intento dejar cada día al acostarme, pero al levantarme necesito calmar mi ansiedad y vuelvo al vicio. La lucha contra la carne, me dice, es a más largo plazo, hasta acabar con el ganado, ya que, según mi vecino, son los pedos de las vacas los que provocan el aumento del dióxido de carbono que impide que llueva. Como hace frío no apago la calefacción, pero a cambio decidí no utilizar el coche, lo dejé aparcado delante de la puerta de mi casa, para que mi vecino, al velo inmóvil, se percatara de que le he hecho caso y he enmendado mi egoísta proceder.
Y, sinceramente, aunque no creía en las chorradas y las quejas de mi vecino, observo que desde que no tiro de la bomba cuando no cago, que dos días a la semana no como carne y que no utilizo el coche, llueve mucho más. Y para que veas que no te miento, ahí te muestro cómo me han dejado el coche estas pertinaces lluvias.