Cuando era joven, hace ya más de un año, casi a diario salía a dar mis paseos matutino y vespertino con la máquina de retratar colgada de mi hombro. Ahora que, aunque quiera disimularlo, ya soy un viejillo, mis hombros y, sobre todo, mi espalda, me recuerda que el llevar peso colgado del cuerpo es una actitud contranatural, que hace ya más de 10.000 años nuestros predecesores intentaron la rueda y para trasportar pesos, que es mucho más sano que llevar esos pesos a cuestas.

Mi fisioterapeuta y me estomaterapeuta coinciden en sus consejos, nada de peso. El único peso consentido son las cartas postales, todo lo demás prohibido. Pero yo que pensaba que era más listo que ellos, no les hacía ni puto caso, hasta que una mañana no pude levantarme por el dolor de mi lumbalgia; el médico me envió al hospital en una ambulancia, me abotargaron recetándome antinflamatorios y me jodieron los riñones; para combatir la insuficiencia renal me recetaron beber agua, unos dos litros diarios y tanto beber me produce mucha orina y cada poco tengo que acudir a algún retrete público para orinar…

Creo que me he perdido, lo que yo quería contarte es que ahora, que ya estoy viejo, casi nunca llevo la máquina de retratar encima y, como hacen casi todos los turistas, si veo algo interesante que deseo fotografiar, lo hago con mi teléfono móvil.