Jorge de Oteiza fue un escultor vasco, que inició su actividad artística en San Sebastián en los años 20, en contacto con los jóvenes que desarrollaban la vanguardia artística en la ciudad. Sus primeras obras escultóricas están fuertemente influidas por el cubismo y el primitivismo. Con el fin de investigar la estética de la escultura precolombina, viajó a Sudamérica desde 1934 hasta 1948, sorteando la Guerra Civil Española

A su regreso a España, se le concedió por concurso la realización de la estatuaria para el friso y la fachada de la Basílica de Nuestra Señora de Arantzazu (1949-51), donde puso en práctica sus teorías sobre el debilitamiento de la expresión figurativa consiguiendo la prohibición de sus trabajos hasta 1968, cuando se terminó de colocar el friso de apóstoles y una imagen de la Virgen con el hijo muerto a sus pies.

Con la experimentación heredada del constructivismo, Oteiza se embarcó en lo que denominó su Propósito Experimental (1955), título con el que se presentó en la Bienal de São Paulo (1957), donde obtuvo el premio extraordinario de escultura. En 1959, por entender que había alcanzado su fase conclusiva, decidió abandonar la actividad escultórica, investigando la lengua vasca y las manifestaciones populares de su pueblo. En 1969, fundó la Escuela de Deba con el fin de poner en práctica estas ideas.

Oteiza es un artista puente entre el periodo de las vanguardias y la generación de la posguerra, y alcanza su influencia en sectores artísticos, culturales y políticos. Se mantuvo distante y crítico con los reconocimientos oficiales, siempre manteniendo su particular posición iconoclasta en lo ideológico y político.

En 1992 donó su legado al pueblo de Navarra. Tras su muerte, en primavera de 2003, abrió sus puertas al público la Fundación Jorge Oteiza, en la localidad de Navarra de Alzuza, ocupando lo que fuera su casa y taller.