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No dijo ninguna palabra, ningún reproche, con el cuerpo yermo de su hijo en el regazo.

Tan solo abrió sus brazos con las manos abiertas y miró a los cielos, donde el Dios todopoderoso que todo lo rige mora.

Con los brazos abiertos suspiró, su pecho se abrió.

Entonces su corazón, que hasta ese momento estaba protegido por su pecho, al verse libre estalló mientras todos las gargantas del mundo gritaban su dolor.

¡Oh, dios inhumano! ¿Por qué permites tanto dolor a una madre? ¿no sabes que sin corazón ya no se puede amar?