Las playas de la aldea son, teóricamente, de uso y disfrute público y gratuito: digo teóricamente porque la realidad es muy otra. Con la pleamar el espacio disponible se reduce drásticamente y del escaso espacio libre que queda, la mayoría está privatizado y sólo pueden disfrutar de él, los clientes de pago.
Este mercadeo del espacio público, se argumenta, está basado en hechos tradicionales o históricos, pero el hecho de ser tradicionales no está exento de ser, además, clasista, discriminatorio y, sobre todo injusto.
Cómo viven los ricos, hasta en los lugares públicos tienen su espacio vedado para no mezclarse con los pobres.