Hace ya muchos años, frente a esta cruz murió ahogado, junto con un niño, mi bisabuelo. En aquellos tiempos, mi padre es un ejemplo, los niños con 8, 9 o 10 años ya se embarcaban. Mi padre lo hizo con 9 años y en su primer naufragio sólo contaba con 11 años de edad.
El año pasado murió, en tierra, un tío mío. Salió de Corme con 7 años y durante los siguientes 70 años no volvió a su pueblo. En su lecho de muerte pidió que sus cenizas fueran lanzadas al mar. Yo me encargué de que tras su muerte volviera a su pueblo y de echar las cenizas al mar, elegí este mismo lugar con la esperanza de que se reuniera con su abuelo.
Esta cruz fue erigida en recuerdo de un ahogado concreto, sin embargo, son muchos los que ven ella un símbolo de los cientos de ahogados con los que, desgraciadamente, cuenta Corme.
Hoy quiero rendir con mi foto un recuerdo a todos ellos.