Estamos acostumbrados a ver, en verano, la bahía atestadas de balandros y otras pequeñas embarcaciones; así mismo, en invierno, estamos familiarizados a ver la bahía desnuda, sin lanchas ni veleros, pero casi nadie se fija en las épocas de transición, primavera y otoño, donde las aguas no presentan su desnudez invernal, ni su abigarrada imagen estival. En otoño, sólo durante unos días, lo único que flota sobre las aguas de la bahía son las boyas en la que antaño se amarraban los balandros.