Últimamente son muchas las voces que en tono alto se quejan de las incomodidades que produce el turismo en nuestras ciudades.

Yo, aunque en tono muy bajito -sólo me entero yo-, también siento en ocasiones esas incomodidades, entonces entono el “mía culpa” recordando que yo, también he sido turista y que habré causado esas mismas incomodidades a lisboetas, madrileños, parisinos o romanos, por no citar a aquellos que objetivamente más sufren la invasión turística: los islandeses. Anualmente visitan Islandia en torno a los dos millones de turistas, entre 7 u 8 turistas por cada habitante de Islandia. Es como si a España vinieran anualmente unos 400.000.000 de turistas.

Yo no he viajado mucho, creo que además de España he visitado 14 países, pero me temo que esto de viajar ya no tiene freno y que mis nietos multiplicarán sus vistas a muchos más países que yo. La solución no pasa, a mi entender, por negar la entrada al turismo, sino el concienciarnos que somos nosotros, también, turistas y que causamos a otros prójimos las mismas incomodidades de la que no quejamos. Todos en casa. Sin salir fuera para no molestar.