Tamborrada

Ahora bien, el favor de los ciudadanos puede provenir del pueblo o de los poderosos, según cuál se encuentre en situación más débil y busque por consiguiente poner a alguien extranjero en el poder para derrotar a sus enemigos y conservar cierto poder. Si el poder se obtiene gracias a los poderosos será muy difícil de mantenerlo: los poderosos harán competencia al príncipe, quien no tendrá autoridad sobre ellos; para satisfacerlos, el príncipe deberá oprimir a todo el pueblo, con lo que se ganará la enemistad de éste y acabará perdiendo el poder. Pero si logra ganar la amistad del pueblo siendo su protector y haciéndole favores, podrá mantenerse.

En cambio, si se obtiene el poder con el favor popular, se conserva una autoridad indiscutida y sólo hay que ofender a la minoría de los poderosos y quitarles su poder, mientras que el pueblo amará al príncipe por no ser oprimido. Como lo determinante es tener del propio lado al pueblo, en este caso el príncipe tendrá éxito. Pero para ello debe conducirse adecuadamente con los poderosos: si éstos dependen del príncipe, le bastará con beneficiarlos (en la justa medida), pero si se mantienen independientes de él habrá que cuidarse de ellos (salvo que lo hagan por puro temor, en cuyo caso habrá que saber comprarlos y utilizarlos).

Luego vendrá el momento en que el principado de civil haya de convertirse en absoluto, es decir, el momento en que el príncipe se haga de todo el poder. Éste es el momento más difícil y sólo hay una oportunidad para llevarlo a cabo con éxito. Para eso es importante que el príncipe gobierne directamente, pues si lo hace por intermedio de ciudadanos en función de magistrados éstos fácilmente podrán arrebatarle el poder. Ello puede solucionarse si se garantiza que los ciudadanos sean siempre dependientes del príncipe de modo que le sean fieles.

El Príncipe, de Nicolás Maquiavelo