Hoy cumplo años, ya no me restan muchos más por cumplir.

Por esa razón cada año que pasa intento celebrarlo con más intensidad. Me apetece echar cohetes desde el balcón, que se enterara todo el mundo de mi alegría a ver si se contagian, pero mi vecino del segundo B, el ecologista, me lo impide. El año pasado me denunció ante los alguaciles municipales, arguye que su perro, con el estruendo de los cohetes, puede morir de un infarto. Llegó a llamarme asesino.

Y aquí estoy, cabizbajo y pensativo, estrujándome la cabeza a ver si encuentro algún modo de celebrarlo.