Estoy, como voluntario, en un estudio sobre el Alzheimer. Ello me obliga, además de a variadas pruebas médicas, a responder a infinidad de cuestionarios, unos de tipo cognitivo y, otros, de tipo absolutamente personal. En uno de estos últimos, hace ya algunos meses, me preguntaron cuál era mi lengua materna. Ni supe qué responder, mater significa madre y mi madre siempre me habló en gallego, sin embargo, el resto de mi familia siempre utilizaron el castellano conmigo y yo, obviamente me he desenvuelto mejor con el castellano que con el gallego. Estudie en castellano, mis amigos y vecinos me hablaban en castellano e, incluso con mi madre, aunque ella me hablaba en gallego yo le respondía en castellano.
Te preguntarás a qué viene este rollo, pero es que hoy, cuando iba a ponerle título a esta fotografía, he sido consciente de que siempre he utilizado la palabra gallega “arume” para designar a las hojas, o agujas si lo prefieres, de las coníferas. Y lo qué es más esclarecedor o evidente de mi ignorancia, es que NO SÉ cómo se llaman en castellano.
Quizá en mis raciocinios he subestimado la influencia materna en mi lenguaje y es mucho más profunda de lo que yo he pensado siempre.