Ayer tuve un día melancólico y tú bien sabes cómo se diluye mi vitalidad en estos días, es como el humo que asciende hasta perderse en un mar de nubes y mis pensamientos corren apresurados a refugiarse en la serenidad del pasado. Caminé sin rumbo, el tiempo es una sensación que no existe y Khan, mi perro, fiel a mis huidas irracionales me acompaña silente, no me juzga, pero siempre está. Sabe mejor que nadie el valor de la empatía; vagué errante hasta que el atardecer anunció la llegada de la noche, la hora de volver a casa. Entonces desperté. Me hallé en medio de la nada, en un desierto de sensaciones, vacío y antes de que la noche me engullera en sus tinieblas, corrí hacia casa. Hoy he despertado… ha amanecido un nuevo día.