Es una gozada llegar a las once de la mañana a la playa y encontrarla desierta, sentirte como dueño y señor de todo el espacio, como si fuera tu playa privada.
Caminar por la orilla y observar la arena sin huellas humanas, como si jamás hubiera sido pisada por hombre alguno.
Mientras sigamos moviéndonos como marionetas, al son que nos dictan los medios de comunicación y todos corramos en rebaño a las playas de moda, seguirán existiendo estos desconocidos edenes donde poder disfrutar de la paz, el sosiego y la soledad.