Desde muy joven he tenido debilidad por la prensa diaria y una de las primeras cosas que hacía cada día era leer el periódico. No sé muy bien si por motivos ecológicos, económicos o, simplemente tecnológicos, el caso es que actualmente el papel ha caído en desuso y hoy, más que nunca, tenemos a nuestro alcance, gratuitamente, toda la prensa mundial; sólo es necesario un clic.
Cuando leía la prensa en papel, siempre me he inclinado por el diario local, si estaba en la aldea el Diario Vasco, si estaba en el pueblo La Voz de Galicia y cuando me iba a Salou de vacaciones La Vanguardia. Puedo asegurarte que, entonces, tenía la sensación de estar bien informado.
Hoy no me ocurre lo mismo. Ahora leo más de diez diarios al día, sólo ojeo los titulares y cada uno de ellos me cuenta la vida de una forma diferente. Como diría mi profe de literatura, se les ve, a todos, el plumero. Nunca ha leído tanto periódico y nunca me he sentido tan desinformado. Es tal la manipulación de nuestra prensa, la de derechas y la de izquierdas, que por mucho que leas, o quizá, cuanto más leas, menos objetiva es tu visión de la realidad. Es como aquel que tiene un elegante plato, con una fina cubertería, pero vacío, sin un mísero alimento que llevarse a la boca.