Cuando yo era niño, en el colegio, aún lo recuerdo, nos dijeron que las puertas del Infierno siempre estaban abiertas para recibir a los pecadores. Sin embargo aquí en la Tierra, en nuestra tierra, últimamente las puertas las mantenemos cerradas a cal y canto, En el confinamiento de la cuaresma pestilente se cerraron las puertas de comercios, bares, templos, fábricas y hasta mantuvimos cerradas las puertas de nuestros hogares, sólo las abríamos en contadas y especiales circunstancias.
Hubo hasta quien cerró la puerta a sus hijos y les dejaban la compra en el felpudo. No quisiera ser agorero de infortunios, pero me temo que gracias al buen hacer de nuestros políticos sanitarios, que valoran más unas elecciones que la salud de los ciudadanos, no pasará mucho tiempo en que veamos como se vuelven a cerrar las puertas de los comercios, los bares, los templos de todas las confesiones y hasta las puertas de nuestras casas.
Por lo pronto esta puerta de iglesia yo siempre la veo cerrada, no sé si es por la peste, por la falta de feligreses, por costumbre o por llevar la contraria al demonio que es tan aficionado a dejar las puertas abiertas.