Quizá sea una apreciación errónea, pero observo que desde que nos enclaustraron en el confinamiento cuaresmal, en general, somos personas mucho más críticas y menos tolerantes con el prójimo, más taciturnas y más insociables.
Quizá nuestra impotencia de comprobar como un ser tan diminuto, invisible para nosotros, nos vence y nos ha complicado la vida. Culpamos al resto de nuestra derrota, a los políticos por no controlar la situación, a los jóvenes por su irresponsabilidad, a nuestros vecinos por sus descuidos… todos son culpables, menos nosotros.
En los paseos se puede apreciar como es mayoría la gente solitaria, salvo con nuestros familiares, evitamos compartir nuestro espacio, prefiriendo la compañía virtual a través del móvil, que el cara a cara con los amigos.