Recuerdo cómo a mi hijo (como a tantos otros) le gustaban las miniaturas de maquinaria civil: aquellas miniaturas de metal, compactas y pintadas de amarillo, para jugar con la arena o tierra. Tenía una bonita colección y jugaba a construir cosas.
Hoy en día, en toda obra que se precie, por pequeña que sea, hay excavadoras unas grandes y otras pequeñas, casi en miniatura que hacen más fácil el trabajo de los operarios.
En esta temporada nuestra ciudad tiene vía libre a que los mayores, algunos, jueguen con estas maquinitas, en buena parte para las reparaciones de edificios por problemas de techos y fachadas, al derribo de villas y edificios singulares, a la reconversión de inmuebles en hoteles, a las obras faraónicas de la remodelación del joven campo de fútbol y a la poco explicada y mucho impuesta expansión del topo dentro de la ciudad.
Pero no nos engañemos, esto no es juego, es un medio para que algunos obtengan pingües beneficios.