Los campos de maiz no tienen buena prensa. La literatura (y el cine) del imperio los han llenado de historias de horror y terror, pero tampoco en la cultura propia su imagen es bucólica y nos cantaron «cuidado niña temprana, no vayas al maizal, no lo riegues con tus lágrimas«.

En esta imagen no parecen muy amenazadores, pero prueba con poca luz, estando a solas, mientras el viento los mece y algún cuervo grazna escondido en ellos.