
En uno de mis primeros viajes fuera de España, más concretamente en Polonia, mientras paseábamos curioseando los escasos escaparates que, por aquel entonces, había en Varsovia, se nos acercó un joven veinteañero y nos espetó: —Perdonen, les oigo hablar en español y yo soy estudiante de Filología Hispana, ¿me permiten que les acompañé?
Así conocimos a Bogustaw que, si en saberlo, en las largas horas que pasamos charlando, primero en Polonia y luego en España, me hizo reflexionar sobre detalles de nuestra lengua, el castellano, en los que yo, ignorante, nunca había pensado.
La primera duda que me planteo: —¿En qué se diferencia «esta manzana es verde» de «esta manzana está verde»? —
Fueron largos minutos de explicaciones tratando de que entendiera esa pequeña diferencia que para nosotros está muy clara. Y, sinceramente, no sé si logré que la final lo comprendiera.
Meses después, estando yo ya en España, leía un libro de filosofía cuyo título, creo recordar, era La Felicidad Humana, el autor era Julián Marías. Leyéndolo me encontré con algo que me hizo recordar a la duda plateada por Bogustaw y es que el autor afirmaba en sus páginas que: “nadie ES feliz, sólo se puede alcanzar el ESTAR feliz.” Esta dicotomía es, en general, más difícil de comprender que la de la manzana, pues son muchos, una multitud, los que esperan alcanzar esa tan ansiada FELICIDAD.